jueves, 14 de octubre de 2010

Verdad ausente una enfermedad social


Desgarradora para muchos, venenosa, intrigosa, destructora son tantos adjetivos para una sola palabra, sólo que ella tiene un nombre: La mentira.

Esta palabra por si sola si tuviera cuerpo y alma sería una amenaza mundial, sí suena exagerado pero para mí es una enfermedad que se puede evitar.
Es cierto que muchas veces recurrimos a ella para decir las famosas "mentirillas blancas" para no lastimar a las personas, pero a veces ni esas mismas quitan la acción de ocultar la verdad

¿Quién nos enseñó a mentir?

Si bien es cierto,durante la infancia nuestros padres nos dijeron la persona correcta era aquella que siempre era respetuosa, responsable y honesta con los demás.

El debate aquí es ¿Porqué es tan fácil recurrir a la mentira?, ¿Quién nos enseñó a mentir?. Son tantas preguntas pero hay pocas respuestas, no sabemos de donde surgió ésta peste tan dañina que es capaz de salvarnos muchas veces pero también tiene la capacidad de hacer mucho daño.

Yo sé lectores que al leer mi primer párrafo se preguntarán porque tanto sentimiento tanto rencor hacia ella , pero me es imposible no enojarme cuando hablo sobre esto, cada vez que me dicen una mentira me acuerdo de mí hígado como dicen popularmente "Es como patearme el hígado".

He perdido la cuenta de las veces que he topado con mi querida "amiga" Mentira siempre que la frecuento me enfermo y acepto que todos alguna vez la usamos para evitar conflictos pero que facil es darse cuenta de cuando nos mienten, lo malo es que existen mentirosos compulsivos que hasta ellos mismos se creen sus propias mentiras.

No la tolero porque me han lastimado con mentiras, y lo más doloroso ha sido descubrir que la mayoría de ella han venido de personas que han fingido ser mis amigos, yo me canse de las falsas amistades, del hipocrita amigo que me da la mano cuando me da la espalda y de aquel que sólo vive de la envidia y de la intriga.

El agua y el aceite

Si bien las mentiras son malas, su relación con el periodismo es pésima, los periodistas debemos olvidarnos de su existencia es nuestro deber profesional y es casi una ley esencial en nuestra profesión.

Es cierto que en esta profesión casi siempre el tiempo es esencial, el periodista en un día dependiendo del medio donde trabaja puede hacer entre 5 o 6 notas informativas, por lo que es necesario tener sumo cuidado a la hora de tratar informaciones.

En este profesión como es sabido el periodista debe recolectar, sintetizar, jerarquizar las informaciones y nunca faltar a la verdad, es por eso que debe corroborar toda información para no cometer el pecado de faltar a la verdad.

Lo malo es que existen periodistas que teniendo años de experiencia, han caído
 en las redes de la mentira y muchos han tenido que renunciar a sus altos cargos.

Tal es el caso de un periodista que trabajaba para el New York Times en la sección editorial quién confesó que habría plagiado y utilizado informaciones falsas para elaborar parte de sus notas.

El sonado caso de la periodista de la Nación Ana María Parra que sin corroborar una información se atrevió a publicar que el cantante de Rock en Español Gustavo Cerati había fallecido cuando el mismo seguía con vida en un hospital de Buenos Aires Argentina.

Pero al hacer una reflexión sobre todo lo que he dicho es aquí donde aterrizo y digo: ¿Porqué existen periodistas que muchas veces recurren a la mentira cuando es un tabú en nuestra profesión.

Es complicado saber ese porqué y lo malo es que muchas veces muchos lo hacen porque hay cierto dinero de por medio lo cual en mi opinión es lamentable.

Lo que me lleva a decir que si nosotros periodistas tenemos una responsabilidad social, para qué estropear nuestra carrera profesional con un pecado y nuestra enfermedad social, práctiquemos valores, es fácil decir la verdad, todo es cuestión de ética y responsabilidad.


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